El Juego Fifínancierista


09-07-2019  18:46

El neoliberalismo, estimada lectora y lector, es sinónimo de intervencionismo: Nada amigable y más bien proteccionista con las potencias del mundo creado para fortalecer sus economías ante las crisis globales para así mantener al resto de la sociedad mundial hundida (sobre todo a América Latina y África) en su misma clase y rol social durante toda su vida (desde 1930, nacimiento del neoliberalismo) sin aspiración real para salir de ese cajón en la pirámide económica en la que (sobre todo) Marx nos catalogó hace varios años:

Quien es la mano de obra, es decir, el trabajador común (y no el plutócrata) vive con la esperanza y el sueño de subir un escaloncito en su calidad de vida y alcanzar el siguiente nivel económico sin lograr conseguirlo.

Para muchos, el modelo económico denominado Neo-liberalismo (que se basa en el capitalismo) les resulta muy generoso ya que les brinda la posibilidad de creer que se encuentran dentro del juego financiero al ser protagonistas de la activación económica pero que, sin embargo, son la usanza de los sectores privados más poderosos para inyectar a la masa la creencia (En Comunicación “Teoría de la Aguja Hipodérmica”) a través del consumismo y la propaganda de que tenemos una calidad de vida mucho mejor de la que realmente vivimos... y, evidentemente, esto no es cierto.

No basta con tener el mejor teléfono celular si, quizá, el mexicano promedio ubicado geográficamente en los lugares más pobres del país no cuenta con las cosas más básicas que se necesitan para poder subsistir y que, sin embargo, cuenta con la tecnología (no en todos los casos) para poder participar en el modelo neo-liberal y en donde, otro ejemplo, la clase media mexicana confunde la palabra “lujo” con calidad de vida de manera constante donde niegan pertenecer a su clase generando, en efecto, mucha ambigüedad en su sentido de pertenencia económica.

Lo mismo ocurre con los que pertenecen a la denominada clase media alta los cuales, en su mayoría, son empresarios: Se creen de la clase alta cuando en realidad sus ingresos no serían ni una pequeña parte de los verdaderos financieristas que controlan el juego en México como los son los titulares de los bancos o los empresarios de los casinos; los dueños de las televisoras o algún diputado o senador del gobierno donde aún existe más poder que en el resto de los mexicanos.

No se confunda, estimada lectora y lector. Usted no es Fifí. Ni tampoco es chairo. De nada nos sirve que un “Nobel de la Economía” nos explique lo que es a todas luces evidente: El liberalismo económico (neo o antiguo) en México se ha experimentado mucho y sobre todo mal.

Y aunque la palabra neoliberalismo aparece tan obsesivamente en tantas bocas de todas las clases sociales (aunque a veces ni se pronuncie bien) es porque evoca fantasmas: Los conflictos de una cultura que confunde a menudo a qué clase social pertenece, lo cual, realmente no es importante... pero para muchos sí que lo es.

Si se compara con los países vecinos de Sudamérica, aquéllos tienen un montón de tratados de libre comercio entre ellos y la diferencia con México es impresionante porque su mercado (no en todos los países) es muy nacional y tradicional permitiendo un crecimiento lento pero paulatino en su economía lo que siembran dudas contundentes en la fe que se le tiene a la práctica del neoliberalismo en México.

Actualmente, el término neoliberalismo suele asociarse con políticas que implican apoyar una amplia liberalización de la economía, el libre comercio en general, grandes reducciones del gasto público y de impuestos, así como disminución de la intervención del Estado en la sociedad y economía en favor del sector privado, conformado principalmente por consumidores y empresarios.

El desafío que tiene el nuevo gobierno federal mexicano, encabezado por el mandatario Andrés Manuel López Obrador, es que el juego “Fifínancierista” se convierta en un tratado que represente un cambio cultural más que económico en la sociedad: Empezando por convencer y llegar a los acuerdos económicos pertinentes con los empresarios y la Banca Mexicana para obtener con éxito el cambio de régimen al que tanto tiempo se ha esperado derrocar ya que la economía también es cultura y el secreto del desarrollo de un país (sobre todo latinoamericano) reside más en el sistema de valores e instituciones que en la exportación de sus recursos naturales.

Quizá se le tenga que enseñar de nuevo al mexicano a consumir productos de su país que, si nos basamos otra vez a las teorías comunicativas, resultarían todo un éxito para el denominado pueblo; sobre todo con los jóvenes y su relación con la tecnología donde se podrían explotar, para bien, las imágenes de personajes históricos, artistas y deportistas mexicanos que inviten a consumir productos nacionales asegurando el cambio de mentalidad y la práctica económica nacional sembrando la semilla para el cambio de régimen económico en México lo cual podría leerse utópico pero que ya no está tan alejado de las cosas tan increíbles que vivimos en la actualidad.

En este sentido, es inútil negar la realidad: La competencia, el mercado, la demanda, el riesgo, la innovación, la productividad y el libre comercio son bellas palabras a ojos de muchos ciudadanos en México pero definitivamente esa percepción debe cambiar; sobre todo si AMLO es anti-neoliberal.

Y aunque muchos de sus seguidores esperan un cambio radical como el de las izquierdas históricas en el mundo (pero mucho más bondadoso por el carácter bonachón del PEJE) una cosa significará “el Andrés que todos sus seguidores quieren que se convierta” y otra será “el Andrés que representa al presidente de México” quien debe ser inclusivo y quien tendrá que medir, mediar y dirigir a la orquesta financiera para mantener de alguna forma contentos a todos y que de forma paulatina pero efectiva se siembre la semilla en la mentalidad de los mexicanos para el cambio de régimen económico que se busca.

No es para nada un secreto que con AMLO nuestra estructura gubernamental experimenta en espiral grandes cambios y transformaciones. La postmodernidad, el neoliberalismo, la tecnología, el cambio generacional y las nuevas corrientes de gobernabilidad y de gestión pública han transformado dramáticamente la manera de “gobernar un gobierno”. Estamos ante una nueva forma y manera de hacer las cosas dentro del gobierno y no necesariamente esa forma sea la mejor pero sí es novedosa.

Quizá sea el momento justo para cuestionar al neoliberalismo. Quizá sea ahora o nunca.

Los que se han bajado del barco hasta el momento del gobierno federal de AMLO (9 funcionarios, 3 de altos mandos, en 7 meses de gobierno) como fue el más reciente caso del ex secretario de Hacienda Carlos Urzúa (lo relevó Arturo Herrera Gutiérrez) nos demuestra una cosa contundente: AMLO va por un cambio de régimen político y económico anti-neoliberal.

Cambiar la política nacional no se trata de agigantar pasos cuando es evidente que no podemos hacerlo y mucho menos en 6 años de periodo presidencial pero si de sembrar las bases para el cambio verdadero y es ahora o nunca para el presidente de México; sobre todo sí se quiere contrarrestar la tempestad que representa la corriente neo-liberalista en nuestro país que ha significado una desigualdad social mexicana histórica y sin precedentes...






*Este y todos los escritos que lees aquí son propiedad intelectual de su autor: Ángel Paz*
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