CARTA A MI HIJA

Más el secreto –tú secreto-, lo guardabas celosa. No querías prometer. Ni que la familia tuviera falsas expectativa


  07-12-2022 10:35  Staff  






El sueño parecía lejano, muy lejano.
Y distante.
E inalcanzable.
Un anhelo que entrañaba remar contra corriente, un día sí y otro también.
Deseo que indicaba quedaría en una quimera.
Fantasía que anhelaba fuese realidad.
Conforme pasaban las semanas y los meses, la ilusión se perdía.
Ya eras madre de dos niñas hermosas.
Tu tiempo lo dedicabas a ellas.
El hogar y el cuidado de las pequeñas te absorbían.
Vinieron los sinsabores.
Los descalabros.
Y caídas.
Más el secreto –tú secreto-, lo guardabas celosa.
No querías prometer.
Ni que la familia tuviera falsas expectativas.
Te abocaste a llevar tu lucha.
Iniciaste la carrera contra el tiempo.
Para ello, arribaste a los 28 años.
Y sin más, después de comer, solo comentaste:
“Me inscribí a la Universidad”.
“Nunca es tarde para empezar”.
¿Cómo?
“Sí, voy a estudiar Ciencias de la Comunicación”.
¿Dónde?
En la BUAP.
¿Estás segura?
¡Claro!... atajaste con firmeza.
Adelante, dijo tu mamá.
Para quien esto escribe significó un regalo extraordinario.
Un sueño oculto que nunca les revelé.
Pues daba por descontado que ninguna de mis hijas seguiría la apasionante carrera periodística.
Ara, se había titulado en Relaciones Internacionales.
Y Ely anunciaba su inscripción a Comunicación Social.
Esbocé amplía sonrisa.
Y me fundí en largo, muy largo, abrazo.
Transcurrió un año.
Luego otro.
Llegó la pandemia.
Casi todo se paralizó.
Tú, celosa guardabas tus boletas semestrales.
¿Cómo vas en la universidad?, preguntó un buen día Eliza.
Secundó Jesy, ¿vas a la escuela, o te vas de pinta?
La risa brotó espontánea.
Reviraste:
“Las pintas fueron en la prepa”.
Llegó el 2022.
Y nada.
Proseguías escondiendo el secreto en tu íntima-intimidad.
El 12 de noviembre fue tu cumpleaños 34 y no hubo noticia de cómo ibas en la universidad.
Es más, el tema ya no se tocaba.
Para qué revivir el sueño, si todo hacía indicar que quedaría en eso… un sueño.
Y…
El sábado 26 de noviembre -México enfrentaba a Argentina- te comunicaste al celular y preguntaste que dónde estaba.
En el zócalo viendo el partido de México.
Ok, te alcanzo.
No hubo más palabras.
Absorto en la televisión no me detuve a cavilar, ni preguntar cuál era la urgencia.
No habían transcurrido 10 minutos cuando te plantaste en el café.
Nos dimos un beso.
Se sentó en la mesa. Puso un folder y me miró fijamente.
Qué pasó hija, le dije.
Sus ojos brillaban.
Extendió su mano y la enlazó.
Seguía sin entender.
Me inquieté.
También apreté su mano.
Y soltó.
¡Ya terminé la carrera!
Quedé mudo.
El 6 de diciembre es la graduación.
Un nudo en la garganta amenazaba con brotar lágrimas de orgullo, inmenso orgullo y felicidad.
-Mi Oso- hizo realidad su anhelo.
Se venció a sí misma.
Le ganó tiempo al tiempo.
Y ayer oronda extendió los brazos.
Y gritó…
¡Sí se puede!
Se abrazó a sus niñas.
Se fundieron en una sola.
Alcanzó la cima al titularse.
A partir de hoy inicia su caminar por el periodismo.
Llegará hasta donde ella quiera llegar.
-Porque- cuando el ser humano se vence a sí mismo… ya no habrá poder humano que lo derrote –me rezaba mi madre-
¿O no es así, Eli?
Al tiempo. 
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