CARTA A MI HIJA
Más el secreto –tú secreto-, lo guardabas celosa. No querÃas prometer. Ni que la familia tuviera falsas expectativa
El sueño parecÃa lejano, muy lejano.
Y distante. E inalcanzable. Un anhelo que entrañaba remar contra corriente, un dÃa sà y otro también. Deseo que indicaba quedarÃa en una quimera. FantasÃa que anhelaba fuese realidad. Conforme pasaban las semanas y los meses, la ilusión se perdÃa. Ya eras madre de dos niñas hermosas. Tu tiempo lo dedicabas a ellas. El hogar y el cuidado de las pequeñas te absorbÃan. Vinieron los sinsabores. Los descalabros. Y caÃdas. Más el secreto –tú secreto-, lo guardabas celosa. No querÃas prometer. Ni que la familia tuviera falsas expectativas. Te abocaste a llevar tu lucha. Iniciaste la carrera contra el tiempo. Para ello, arribaste a los 28 años. Y sin más, después de comer, solo comentaste: “Me inscribà a la Universidadâ€. “Nunca es tarde para empezarâ€. ¿Cómo? “SÃ, voy a estudiar Ciencias de la Comunicaciónâ€. ¿Dónde? En la BUAP. ¿Estás segura? ¡Claro!... atajaste con firmeza. Adelante, dijo tu mamá. Para quien esto escribe significó un regalo extraordinario. Un sueño oculto que nunca les revelé. Pues daba por descontado que ninguna de mis hijas seguirÃa la apasionante carrera periodÃstica. Ara, se habÃa titulado en Relaciones Internacionales. Y Ely anunciaba su inscripción a Comunicación Social. Esbocé amplÃa sonrisa. Y me fundà en largo, muy largo, abrazo. Transcurrió un año. Luego otro. Llegó la pandemia. Casi todo se paralizó. Tú, celosa guardabas tus boletas semestrales. ¿Cómo vas en la universidad?, preguntó un buen dÃa Eliza. Secundó Jesy, ¿vas a la escuela, o te vas de pinta? La risa brotó espontánea. Reviraste: “Las pintas fueron en la prepaâ€. Llegó el 2022. Y nada. ProseguÃas escondiendo el secreto en tu Ãntima-intimidad. El 12 de noviembre fue tu cumpleaños 34 y no hubo noticia de cómo ibas en la universidad. Es más, el tema ya no se tocaba. Para qué revivir el sueño, si todo hacÃa indicar que quedarÃa en eso… un sueño. Y… El sábado 26 de noviembre -México enfrentaba a Argentina- te comunicaste al celular y preguntaste que dónde estaba. En el zócalo viendo el partido de México. Ok, te alcanzo. No hubo más palabras. Absorto en la televisión no me detuve a cavilar, ni preguntar cuál era la urgencia. No habÃan transcurrido 10 minutos cuando te plantaste en el café. Nos dimos un beso. Se sentó en la mesa. Puso un folder y me miró fijamente. Qué pasó hija, le dije. Sus ojos brillaban. Extendió su mano y la enlazó. SeguÃa sin entender. Me inquieté. También apreté su mano. Y soltó. ¡Ya terminé la carrera! Quedé mudo. El 6 de diciembre es la graduación. Un nudo en la garganta amenazaba con brotar lágrimas de orgullo, inmenso orgullo y felicidad. -Mi Oso- hizo realidad su anhelo. Se venció a sà misma. Le ganó tiempo al tiempo. Y ayer oronda extendió los brazos. Y gritó… ¡Sà se puede! Se abrazó a sus niñas. Se fundieron en una sola. Alcanzó la cima al titularse. A partir de hoy inicia su caminar por el periodismo. Llegará hasta donde ella quiera llegar. -Porque- cuando el ser humano se vence a sà mismo… ya no habrá poder humano que lo derrote –me rezaba mi madre- ¿O no es asÃ, Eli? Al tiempo. Relacionados
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